domingo, 24 de abril de 2016

El papel de traductor de letras de canciones

Es indudable que la música es un arte que tiene la facilidad de llegar a todo el público. Son tantos los géneros, estilos o manifestaciones que presenta, que es inevitable que todos amemos sentirla; es más, la música siempre se ha caracterizado por unir personas, fronteras y mundos, constituyendo una forma de comunicación universal, al igual que el lenguaje. A veces, música son acordes, ritmo, intensidad y melodía; pero en muchos otros casos, lo que verdaderamente nos atrapa de ella es la letra de las canciones. Y en este último aspecto es en el que vamos a centrarnos en este artículo, ya que es lo que realmente nos interesa como traductores.

Algunos autores clasifican la traducción de canciones dentro de la traducción audiovisual, ya que entienden esta como la traducción de textos que se transmiten a través de los canales visual y acústico, y además, la música por sí sola suele transportarnos a determinadas escenas e imágenes.

Por una parte, cabe destacar la dificultad que supone definir el perfil del traductor de canciones, ya que poco más se puede añadir que la descripción de la figura del traductor de cualquier campo especializado, es decir, debe conocer muy bien los tecnicismos, referencias culturales y equivalencias entre lengua origen y la meta, así como saber tanto de música como para especializarse en ello.

Por otra parte, resulta indiscutible el hecho de que la música siempre ha guardado una estrecha relación con el cine, de ahí que, en muchas ocasiones, nos parezca imposible recordar el título de una película sin su banda sonora o imaginar la escena de una película sin la música de fondo, ya que a veces tiene la función principal de dotar a la escena de significado. Podemos encontrar que en muchas películas, las letras de canciones no se han traducido, como en las clásicas El guardaespaldas o Ghost. Pero si, en cambio, optamos por su traducción, podemos llevarla a cabo de diferentes maneras: sin tener en cuenta la música; respetando su estructura musical, pero sin mantener el significado de la letra original; creando una nueva melodía para poder adaptar la letra a esta; o adaptando la traducción de la letra a la música original. La elección entre una práctica u otra va a depender siempre del encargo de traducción y el objetivo del mismo, así como de la función que tiene la canción dentro de la película y del público a la que está destinada. Según Peter Low, existen cuatro principios que hay que seguir a la hora de traducir canciones: el ritmo, la rima, la cantabilidad y la naturalidad; así como ser fieles al sentido del texto original.

En el caso de los textos de las canciones que aparecen de los dibujos animados, ya que se dirigen principalmente al público infantil, se emplean recursos propios de los textos literarios y de los textos publicitarios para facilitar así la memorización y divulgación del mensaje (frases cortas, paralelismos, anáforas, aliteración de sonidos, etcétera).

En definitiva, debemos de tener en cuenta que todos estos aspectos que se refieren a la traducción de canciones no solo tienen un objetivo estético, sino que además tienen una finalidad comercial. Y en mi opinión, el traductor especializado en letras de canciones debe estar capacitado para aplicar el dominio eficaz de la lengua a la estructura musical y saber combinarlo con la sensibilidad propia de un poeta.

Lucía Zamora Rodríguez


domingo, 17 de abril de 2016

Y tú, ¿a qué te refieres con traducción?

Si pienso en mi vida desde que está ligada a la traducción, me vienen mil y una historia por la que podría empezar a recordar qué es para mí esta profesión.

Empecé los estudios de Traducción e Interpretación hace unos 4 años. Sevilla lucía tanto como siempre y bajo una carpeta empapelada por mis padres para que no me perdiera en ese desconocido mundo en el que me adentraba, llegué a mi primer día en la universidad. Miro atrás y me veo rodeada de futuros amigos y sonrío. Les sonrío para disimular que lo de la cara de asustados no era ni mucho menos por miedo, sino por la incertidumbre de lo que estaba por llegar. Aquel día pasó, al igual que aquel año.

Aprender, aprendí. De todo, menos traducción, todo hay que decirlo. Es cierto que los primeros años universitarios quieren abarcar tanto que corren a una velocidad tan rápida que solo somos conscientes de que hemos vivido ese período, cuando pasan los años y nos sentamos a hacer balance. Recuerdo una desorientación total, quizás propiciada por el cambio que supuso cambiar de ciudad, de vida y mentalidad. Asimilar que es tanta la información que se nos escapa de las manos hizo en más de una ocasión replantearme si realmente no estaba equivocándome de lugar.

Llegó segundo con nuevos retos y objetivos. Y ya no hablemos de tercero. Tuve la gran suerte de cursar ese año como estudiante ERASMUS en Italia. Y sí, le llamo suerte porque a pesar de que sea una oportunidad que se nos brinda a casi todos, tuve la suerte de reencontrarme allí y entonces conmigo misma. Me reencontré con todo lo que me había llevado hasta allí. Cada obstáculo y dificultad se convertía en logros. La pasión por los idiomas, y más en un país extranjero, me recordó que la traducción siempre había estado camuflada al final de la montaña, viéndome subir peldaños. Llegó como una bocanada de aire fresco, me enfrenté por primera vez al difícil mundo que le rodea. Discúlpame si estás pensando que no es para tanto y que todos hemos tenido que enfrentarnos alguna vez a los problemas que presentan los idiomas. Pero es que hablo de traducción, no te equivoques. Le hablé de tú a tú, llegando a entablar una relación tan fuerte con ella que me trajo hasta aquí.

Me enseñó que el mejor traductor no es el que sabe mil idiomas, ni siquiera el que maneja tres a la perfección. Aprendí que traducir es abrir los ojos y ver la realidad desde la piel del otro. Traducir es saber reconocer que la ciudad más increíble no siempre es Nueva York, ni Roma la más bonita; que el blanco puede ser luto y las siete de la tarde, la hora de dormir. Que no es un texto origen y otro meta, sino que es mucho más que equivalencia de términos. Traducir es sentir otra cultura, ser partícipe de una tradición, es viajar a cualquier punto geográfico desde tu escritorio simplemente con lápiz y papel en mano.

Si pienso en mi vida desde que está ligada a la traducción, me cuestiono qué he estado haciendo todo este tiempo. Y, seguramente, tú como yo, has bebido tablas de vocabulario, has soñado con mil reglas gramaticales y cantado bajo la ducha canciones de Adele para mejorar la pronunciación.


Y, ¿ahora? Ahora que ya casi tocamos la meta con la punta de la nariz, empieza la carrera. Nos han formado a la perfección para que, cuando suene el pistoletazo, le demos sentido a todo este cuento. Salgamos a la calle a contarles que, gracias a las traducciones de los textos normativos, podemos encender la lavadora o coger un tren de Ámsterdam a París. Que gracias a la audiodescripción, Carlitos puede imaginar cómo es Woody o Buzz. O que cuando los conflictos bélicos entre países terminen, en parte, debemos agradecérselo a un traductor. En definitiva, recordémosles que la mano invisible del traductor también salva vidas, une fronteras y acerca mundos.

Lucía Zamora Rodríguez

domingo, 10 de abril de 2016

Con más miedo que calcetines

¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza pasar el verano en un país diferente? ¿Con una familia a la que solo has visto a través de tu pantalla? ¿Conocer una persona nueva a cada paso que das? Puede que dicho así de un poco de miedo, pero confía en mí y llega hasta el final, verás cómo la maleta te acaba cantando Come fly with me a lo Sinatra y te unes a los locos que se lanzan a descubrir el mundo. Por si no lo has adivinado aún: ¡sí!, yo soy una de esos locos y no me arrepiento ni por un segundo de serlo.

Mi pequeña gran aventura tuvo lugar este pasado verano de 2015, el año en que toda mi vida cambió. Vale, quizás eso es muy dramático; mas bien fui yo la que cambió y, sin duda, diría que para mejor. Partí de mi ciudad natal con más miedo y determinación que calcetines (y te aseguro que calcetines llevaba para dar y regalar, ¡cosas de madres!), pero volví con el alma dividida y unas inmensas ganas de seguir descubriendo, incluso los pequeños recovecos de mi propia ciudad. Aun contándote mi primer paso fuera de casa siento que falta contexto; los traductores y el contexto, siempre lo mismo. Así que para situarte y darme el gustazo de aportar contexto (todo depende siempre de este), recapitularé hasta un poco más atrás. Brevemente, espero.

¿Mi carrera? Traducción e Interpretación. Para aquellos que me imaginen con boas de plumas en un escenario o imitando a Julia Roberts, olvidaos de eso, esta carrera no va de eso, amigos. ¿Mi sueño? Recorrer el mundo entero, pero más allá de eso: conocer todas las culturas, idiomas y personas que me permita la vida. Y si estos son o han sido tus sueños, sabrás que marcharte de casa y plantarte en cualquier ciudad sin tener antes trabajo ni casa no es imposible, pero sí muy duro. Así pues, decidí buscar una solución que me permitiese, no solo mejorar mi nivel de francés, en este caso, sino además conocer gente y sitios nuevos.

Ya me habían hablado antes de lo que todos llaman “irse de au pair”, pero tenía tantísimo miedo que hasta que no estuve entre la espada y la pared (o mejoraba el nivel oral de francés o moría en el intento con mi grado de TeI), no me lancé y agarré mis posibilidades con todas mis fuerzas. Ser au pair te permite aprender a la vez que enseñas, es un intercambio continuo de conocimientos y sentimientos. Fue entonces cuando me registré en una página dedicada justamente a esto y llegó la época de los correos incesantes a cada familia que me gustaba y el tiempo, aún peor, de espera. Espera a que respondiesen, espera a que se decidiesen entre una chica y tú, espera a saber más de ti… Por suerte esto no les pasará si lo hacen con Idiomas Sevilla, no llegarán a conocer esa etapa, una de las más difíciles para mí, por la insistencia y motivación que tuve que mostrar.

Una vez encontrada la familia llegan los dramas: miedo a que no te entiendan, a no entender a la gente del país de destino; miedo a no llevarte bien con la familia; miedo a sentirte decepcionado… Pero si hay algo que he aprendido del miedo es que muchas veces es infundado y nace de nuestras propias inseguridades. Una vez estás allí te das cuenta de lo que eres capaz y aunque no llegues ni te vayas siendo perfecto, aprendes muchísimo, más de lo que nunca podrás obtener de los libros (en algunos aspectos al menos).
No te diré que fue “pan comido” pero aprendí más de lo que nunca habría llegado a imaginar, además de las muchas cualidades que adquirí trabajando con mis dos pequeñajos: paciencia (¡Santa Madonna! Muchísima paciencia), seguridad, creatividad, vitalidad, motivación, empatía y una lista interminable de cosas que ni siquiera yo sé. Conocí a gente maravillosa que aún hoy en día llevo en el corazón y que forman parte de mi presente y por supuesto, de mi futuro. Y me enamoré. Estabas deseando llegar a esta parte, lo sé. Me enamoré de las calles de Francia; de las casas de película de la Bretaña (Francia); de la gente que me acogió como si fuese una más de la familia, una amiga más en las reuniones de los picnics; de mis pequeñajos… Con todos y cada uno de ellos viví momentos inolvidables y cada día que pasa me alegro más de haber tomado la decisión que tomé.


¿Miedo? Sí. Pero el miedo nunca debe pararnos. El futuro siempre es algo incierto, pero si tienes una mano amiga todo es más fácil. Y es por eso por lo que escribo esta entrada, para animaros a descubrir mundo, a formar parte de él de nuevas maneras, conviviendo con gente desconocida a los que llegarás a conocer como si fueran de toda la vida y a aprender cada día un poquito más. Idiomas Sevilla te da la oportunidad de hacerlo con su nuevo programa de au pair, en el que ponemos en contacto a familias y jóvenes que desean aprender y están dispuestos a trabajar (cuidando y enseñando español a niños) y ser uno más de la familia. Con mucho más que decir pero con la alegría de saber que algún día serás tú quien emprenda tal aventura y tengas que contarles a todos que esto es increíble a la vez que maravilloso, no diré más que: ¡hasta pronto! 

Sara López Martínez

Si quieres irte de au-pair a Francia, Alemania... no dejes de visitar nuestra web de Idiomas Sevilla

domingo, 3 de abril de 2016

Censura este doblaje


La censura fue y será un problema presente en todas y cada una de las sociedades que han formado parte de la historia universal. Puede  que en cada sociedad se haya manifestado de una manera diferente o aplicado a un sector concreto (cine, espectáculo, prensa, etc.), pero todas han sufrido cierta censura en algún momento de su trayectoria hasta llegar a ser lo que son hoy en día. España no es la excepción que confirma la regla, sino que mas bien destaca como uno de los países más censurados y oprimidos de la historia.

A pesar de que la llegada del franquismo empeoró esta situación de censura notablemente, no era nada nuevo para los españoles, que ya habían sufrido la censura de los anteriores “regentes”. En el cine, en concreto, llevaba ocurriendo desde principios del siglo XX, cuando se censuraron contenidos que se consideraron inapropiados para ser expuestos al público. Es ahí, en un momento de inmensa censura como supuso el franquismo, cuando el doblaje se impuso con más fuerza en España con la llegada de la orden ministerial de Abril de 1941. Esta orden prohibió que se hablase cualquier otra lengua que no fuese el español, sin importar si era una lengua del territorio o extranjera. Por supuesto, esto no quedo ahí, sino que afectó tanto a nivel individual (no  se podían usar nombres de persona que fuesen extranjeros o incitasen al regionalismo), como a las empresas y establecimientos del país. Se prohibió pues, el uso de nombres extranjeros o regionalistas en todo tipo de establecimientos, carteles, rótulos, etc., los cuales tuvieron que ser cambiados por equivalentes nacionales.

Está claro que Franco solo intentaba proteger la hispanidad y la pureza de la cultura española, no influir en la ideología de la gente o en su educación, ¿quién osaría dudar de ello? Ironías aparte, esta censura tuvo muchísimas consecuencias, pero no todas fueron negativas, aunque por mucho que lo intente, solo logro pensar en una positiva: el gran auge de la industria del doblaje en España.  Sin embargo, al intentar enumerar los aspectos negativos de esta censura lo que faltan son dedos en las manos que me ayuden a llevar la cuenta de tanta barbarie. 

Censurar la práctica de cualquier lengua salvo el español provocó así una censura de cualquier otra ideología que no fuese la propia del dictador y los simpatizantes del régimen, ya que cualquier parte del guion que pudiese parecer de carácter antipatriótico o que fuese en contra de la ideología del régimen era modificada o suprimida. Tanto la Iglesia como la Junta Superior de Censura Cinematográfica decidían qué se podía ver y escuchar y que era totalmente inapropiado, del mismo modo que censuraban imágenes como las de los rótulos o carteles ¡Recen por las almas de aquellos que pensaron siquiera fugazmente en la espalda desnuda de Romy Schneider!

La censura cinematográfica cuenta con innumerables anécdotas, pero algunas han pasado ya a formar parte de la historia del cine y de España, como el conocidísimo caso de Casablanca o Mogambo. En esta última los censuradores decidieron que mostrar al público español una actitud tan poco cristiana como la de Grace Kelly, quien cometía adulterio con el seductor Clarck Gable, era algo imperdonable, pero remediable, así que pusieron una tirita sobre el hueso roto y convirtieron al matrimonio protagonista del film en hermanos, de modo que Grace Kelly pudiese parecer demasiado cariñosa con su hermano, pero no una adultera ¡dios nos libre! La ocurrencia de Casablanca fue menos llamativa para la gente que no había visto la versión original de la película, pero aun así fue destacable. En ella, el pasado del personaje estrella, protagonizado por Humphrey Bogart, sufre un “leve” cambio, ya que pasa de ser un simpatizante del bando republicano, a luchar contra la anexión de Austria al imperio nazi. Un pequeño detallito que las distribuidoras españolas pensaron que quedaría “mejor”.

A pesar de las decenas de años que han pasado desde estos capítulos de nuestra historia, muchas de las películas que fueron manipuladas en la época, no han vuelto a ser dobladas sin estas censuras. Además, ya sea por falta de imaginación de algunos traductores o por manipulación premeditada, muchas de las películas que vemos hoy en día no son una versión “fiel” de las originales, dado que se omiten partes de diálogos, narraciones, subtítulos de las canciones (que aportan información importante a la historia que se cuenta), etc. Y disculpen que les diga, pero es tan culpable el que miente como el que no dice la verdad; el hecho de omitir una parte en lugar de modificarla o directamente inventársela por completo no los hace menos secuestradores de la libertad de expresión.

Sara López Martínez