domingo, 14 de agosto de 2016

Experiencia en traducción

Estoy segura de que no soy la única a la que, alguna vez (por desgracia, suele ser más de una) una empresa le ha cerrado la puerta en las narices por «no tener la experiencia suficiente para el cargo».

En los tiempos que corren, la experiencia ha acabado por convertirse en la gran meta, y al mismo tiempo, la gran némesis de cualquier traductor novel (Que no nobel, ¡ya quisiéramos!). Aunque puede llegar a ser comprensible que una empresa se muestre reacia a contratar a alguien de quien no puede encontrar ninguna referencia anterior, para nosotros suele ser bastante complicado conseguir esa anhelada experiencia si nadie nos da una oportunidad.

Por suerte, siempre hay algunos «trucos» para consolidar nuestro currículum y nuestro bagaje profesional. En esta entrada voy a hablaros de algunas de las soluciones que he encontrado basándome en mi experiencia personal y la de otros colegas del gremio, y centrándome especialmente en mi campo de especialidad: la traducción audiovisual.

¿Cómo conseguir experiencia sin trabajar? ¡Aquí tenéis algunas formas!
·         Voluntariados de traducción: En Internet podéis encontrar un gran número de páginas que necesitan voluntarios que traduzcan su contenido.
Un buen ejemplo es el sitio web TED. Ideas worth spreading. (https://www.ted.com). Por si no la conocéis, es una organización no lucrativa que se dedica a hacer conferencias de temas muy diversos, a menudo con la finalidad de motivar a sus oyentes. Esta página tiene una comunidad de voluntarios que se dedican a subtitular dichas charlas, para que estas puedan llegar a todo el mundo.
·         Fansub: Como su nombre indica, los fansub son subtítulos creados por fans. Es bastante fácil entrar a un grupo de fansubbers (especialmente si tenéis un título de traductor y un par de idiomas bajo el brazo).
Suelen estar caracterizados por su rapidez, y en algunos casos, pueden satisfacer de mejor forma a su público. Por ejemplo, los fansubbers de anime suelen poner notas en sus traducciones que pueden llegar a ser tan largas que te obligan a pausar el vídeo para ser capaz de leerlas. Esto suele satisfacer el deseo de los espectadores que pretenden aprender cosas sobre la cultura y la lengua origen mientras ven el capítulo. Eso sí: ¡Nada de notas en subtitulación profesional!
Por otra parte, hay que tener cuidado al entrar en este mundo: No vais a dejar una buena marca personal si trabajáis para un Fansub que comete errores ortotipográficos o que carece de coherencia formal.
·         Prácticas en empresa: Esta es definitivamente la mejor forma de adquirir experiencia, ya que las prácticas son un simulacro de una situación laboral real. Puedes hacer tanto prácticas curriculares como extracurriculares, y si os hacéis el ánimo, ¡hasta en el extranjero!
·         Concursos de traducción: ¿Qué mejor forma de vender vuestra imagen, que habiendo sido ganadores de algún concurso? Hay concursos tanto para traductores profesionales, como para traductores amateur, que pueden quedar fenomenal en vuestro currículum.


Estas son solo algunas de las muchas formas que hay de «conseguir experiencia sin tener experiencia». ¡Cortémosle la cola a la pescadilla! Como podéis ver, y aunque a veces no sea fácil, verdaderamente se puede despegar en el mundo de la traducción sin haber trabajado antes, porque todos hemos empezado alguna vez.

Cristina Puig

domingo, 3 de julio de 2016

Armaduras

Yo no sé a vosotros, pero en la carrera, casi siempre me he quedado con las ganas de preguntarles a los profesores ciertos aspectos de sus trayectorias como docentes, intérpretes o, sobre todo, como traductores. Si os pica la curiosidad tanto como a mí y queréis que os aconsejen, aquí os traigo un pequeño artículo donde expondré algunas anecdotillas que, desde mi poca experiencia os puedo aportar.

Como estudiante, os puedo decir que siempre me ha gustado la rama de letras. Lo tenía bastante claro desde que me dieron dos opciones para elegir en cuarto de la ESO: Humanidades o Ciencias. Está claro cuál elegí yo, ¿no?, sin embargo, a diferencia de muchas opiniones que me han comentado algunos compañeros míos, a mí sí me gustaban las matemáticas. Así que ya en Bachillerato, en vez de decantarme por las “letras puras”, decidí estudiar Ciencias Sociales. Peeero, cómo no, tenía que haber algún inconveniente: si quería estudiar Traducción e Interpretación, tenía que cambiarme a Humanidades para que me ponderaran las asignaturas. Así que me armé de valor en el segundo trimestre y me lancé a la piscina. Hice en seis meses lo que cualquier estudiante hace en nueve.

Tras terminar esta etapa, tenía aún más claro que quería estudiar esta carrera, pero con una dud”illa”: sabía perfectamente que quería estudiar inglés, pero en Traducción e Interpretación hay que escoger una lengua C también, así que ¿qué idioma me gusta más?, ¿cuál tiene más salida? Mmm… todo el mundo me dice que coja alemán, que voy a tener muchísimo trabajo luego; mi hermana me dice que coja italiano, que me irá muy bien; mi madre, que coja francés, que ya tengo una base desde la ESO. ¡Qué indecisión! Pues nada, al final, de nuevo, me armé de valor, haciendo caso omiso de los demás y escogí… árabe. Sí, árabe. «Pero, ¿dónde vas, niña? ¡Si eso es muy difícil, eso se escribe de derecha a izquierda!». Ahora que ya estoy casi terminando esta etapa, a todos les diría que sí, que es difícil, pero quien no arriesga no gana.

Anécdotas como estas y mejores me han pasado millones como estudiante. Pero ahora me gustaría comentaros aquellas que me han pasado como traductora en potencia. Cuando realmente me empecé a enamorar de esta profesión fue el año pasado. Sí, hace nada, pero en tercero es cuando se empiezan a impartir clases de traducción especializada y, la verdad, es que me han parecido impresionantes. Desde la científico-técnica hasta la jurídica.

Con la comida, siempre me gusta probar un poco de todo, picar aquí y allá. Pues con la traducción me pasa lo mismo, aunque sí que hay ciertas áreas que me apasionan más. Este deseo de saber un poco de todo es lo que me llevó a que un día decidiera inscribirme para ir a un congreso. Había charlas de muchísimos temas: de poesía, de literatura fantástica, de traducción audiovisual e incluso de traducción erótica (uuuh). Bueno, pues resulta (ahí va otra anécdota) que terminó la jornada y era el turno del encuentro con empresas. Mis amigos y yo nos acercamos a un stand y la chica de la empresa, muy simpática, nos estuvo explicando cómo funcionaba su empresa. Tras una buena dosis de información, dos de mis amigos le dieron sus tarjetas de visitas, ya que querían darse a conocer. Cuál fue mi sorpresa que, cuando la chica me preguntó por mi tarjeta, no supe qué responder. Siempre había pensado «si todavía no he terminado mis estudios, ¿quién me va a querer siendo inexperta?». En ese instante, maldije el momento en el que decidí no hacérmela. Finalmente, le respondí a la chica:
- Eeeem…, pues no tengo.
- ¿Pero cómo no puedes tener? ¡Si son súper útiles!

En ese momento, mi cabeza empezó a buscar una respuesta, algo para enmendar ese error. Así que me armé de valor (creo que ya van tres armaduras las que me he puesto en este artículo, ¿no?) y le dije:
- ¿Y si mañana te traigo una?
- Si consigues hacértela de aquí a mañana, ¡te contrato!
«Joder, joder, Rocío… Ya puedes empezar a apañártelas para tenerla lista para mañana» pensé. Así que, efectivamente, me quedé hasta las dos de la mañana diseñando mi propia tarjeta de visita. A la mañana siguiente, estaba la primera en copistería para imprimirlas. Luego, tras varias horas de charlas en el congreso intentando encontrar con la mirada a aquella chica, me fui, sin éxito, a comer. Sorprendentemente, picando de una comida y otra, me la encontré y yo, toda orgullosa, le di mi tarjeta. La chica se quedó boquiabierta no solo porque lo había conseguido, sino, también, porque en mis idiomas ponía… ¡árabe! Al final, me dijo que le mandara mi currículum. Fue una historia bastante buena, sí.

Y, bueno, por ultimísimo, os cuento la anécdota que me trajo hasta aquí, a P4Traducciones. Era un día calurosísimo de verano, yo estaba sin saber qué hacer y mi hermana me gritó desde su cuarto: «¡Rocío, ven!». Me dijo entusiasmada que había un curso en Sevilla de Traducción Audiovisual y nos llamaba muchísimo la atención. Compramos la entrada y pusimos rumbo a la calurosa capital andaluza. Estuvo genial. Pero cuando ya nos tocaba irnos, se me ocurrió una cosa y le dije a una amiga que también venía conmigo: «Quilla… ¿y si hacemos las prácticas de la “uni” aquí?», a lo que respondió «Hostia, estaría genial». Tras mucho dudar y mirarnos sin saber qué hacer, me puse mi cuarta armadura y le dije a la chica que estaba en recepción: «Perdona, ¿tenéis programas de prácticas?»

Y aquí estoy, picoteando de traducción en traducción.

Rocío Coronil Soto

domingo, 26 de junio de 2016

Audiodes… ¿qué?

Es lo primero que cualquiera pregunta cuando escucha por primera vez la palabra audiodescripción (AD). Luego están aquellos que lo han escuchado alguna vez en su vida, pero no saben muy bien de qué va. Y, finalmente, en minoría y es donde nos incluimos la mayoría de traductores, están aquellas personas que sí saben en qué consiste esta modalidad de traducción audiovisual.

Tanto si perteneces al grupo de personas que sabe, como si perteneces al que no, espero que os sea útil esta introducción informativa. Para romper un poco el hielo, os dejamos la definición de audiodescripción según Catalina Jiménez Hurtado y Claudia Seibel: «La audiodescripción para ciegos es una técnica utilizada para crear un tipo de accesibilidad a los medios audiovisuales que implica un proceso de traducción en el que se describen imágenes en palabras».

Es decir, es un método mediante el que se explica todo lo relevante que aparece en pantalla, que no sea diálogo, con el objetivo de que el público ciego entienda y se entere lo mejor posible de la trama y del mensaje. Este término empezó a utilizarse para referirse a lo que se conoce hoy en día como tal, en los años setenta, de manos de Gregory Frazier. Posteriormente, en 1989, la audiodescripción apareció en el Festival de Cine de Cannes. La ONCE, sin embargo, empezó a llamarlo como Sistema AUDESC.

Toda traducción tiene un proceso complejo detrás  y la AD no iba ser menos; es más, requiere una gran labor por parte del traductor. Por ejemplo, según Julia Lobato, estas son las fases de la aplicación de la audiodescripción al cine:
·         Ver la película antes de comenzar con el proceso de AD.
·         Hacer un borrador de la descripción: se describe lo importante, se ignora lo obvio.
·         Sincronización del sonido y la imagen.
·         Ensayo previo
·         Revisar la descripción
·         Grabar la descripción
·         Revisar la grabación
·         Distribuir la película audio-descrita. Junto con la película se acompañará una carátula con el título en braille, algunos datos esenciales y el resumen.

Por otra parte, hay sistemas que ni siquiera implican adquirir la película con la audiodescripción incorporada. Uno de ellos es una aplicación para móviles que lanzó la ONCE en 2014: Audesc Mobile. Esta consiste en una base de datos donde se encuentra un conjunto de audiodescripciones de películas, series y documentales. Su funcionamiento es muy simple: introduces el título de la película, por ejemplo, que desees; si esta está disponible en la aplicación, te la descargas y cuando la película empiece a emitirse (ya sea en el cine, en la televisión, etc.), la sincronización de la audiodescripción se activará y comenzará a reproducirse. Parece súper útil, ¿no?

Bueno, como ya sabéis un poco en qué consiste la AD, os dejamos aquí un enlace con una muestra para que os ilustre este tipo de traducción audiovisual:

Rocío Coronil Soto

Además, puedes aprender más sobre audiodescripción en  nuestros seminarios de P4Traducciones (www.p4traducciones.com)







domingo, 19 de junio de 2016

Manual de supervivencia para alumnos de traducción e interpretación

Para mi brillante hermana. Espero que te guste y te ayude a llevar mejor esos días.

Tras dos años dejándote la piel en bachillerato, en mi caso de Ciencias Sociales, llega la prueba final tan temida por todos: selectividad. Esa semana fatídica que pasa casi sin darte cuenta y que prácticamente decide tu futuro. Tanto esfuerzo, tanto sudor y lágrimas derramadas, tantas noches en vela, tanto café (amado y adorado café) y tantos padres llamando cada dos segundos para preguntar cómo ha salido el examen. A lo que siempre respondes: bien… Supongo… Porque, claro, quieres dejar a tus padres tranquilos, pero en realidad por dentro ni si quiera tú mismo tienes idea de qué ha hecho tu exhausto cerebro durante esa hora y media que duraba el examen. Pasa la semana infernal y ya solo queda esperar, esperar a que salgan esas calificaciones que marcarán un antes y un después, esas calificaciones que te darán el «visto bueno» para entrar en la carrera de tus sueños.

Y cómo no, llega el día. Te levantas y… ¡ZAS! «Ya están las calificaciones» te dice corriendo tu mejor amiga, que está entre la desesperación, la muerte y la risa (por no llorar). Mientras no atinas a meter tu usuario y contraseña, un escalofrío te recorre la espalda y un peligroso pensamiento atraviesa tu mente: ¿y qué hago con mi vida si no entro en la carrera? Tras unos veinte mil intentos, logras iniciar sesión y… ¡Ahí está! Y ahí estás tú, con tus ojitos entreabiertos, temblando y el móvil sin parar de sonar. Después de estar durante medio segundo al borde del suicidio, por fin, sacas valor, abres bien los ojos y miras a tu futuro a la cara.

Recuerdo perfectamente la conversación que tuve con mi madre por teléfono, ambas casi llorando: «Mamá, que ya han salido las notas. He calculado la media y… Que entro seguro en la carrera. Que sí, mamá, que voy a estudiar Traducción e Interpretación». Gritos, saltos de alegría, lágrimas y un gran gran suspiro. Casi puedo decir que fue uno de los mejores días de mi vida, un día en el que, sin duda, estaba orgullosa de mí misma.

Unos meses más tarde, ahí estaba yo, tan minúscula en una universidad, que a mi parecer, era entonces tan gigante. Los primeros días de la carrera te sientes como un barco a la deriva, preguntándote si no has cometido el mayor error de tu vida. Pero luego conoces a tus compañeros, que están casi peor que tú. Conoces a tus profesores, que no son tan malos ni estrictos como tú pensabas. Y descubres que la universidad no está tan mal. Eso sí, hay una cosa que la universidad te enseña desde el minuto uno: a ser autodidacta. A pesar de que al principio es todo una lucha de papeles con administración, problemas con los horarios y con las clases y un gran etcétera, acabas acostumbrándote sorprendentemente rápido. Ya sabes quiénes son tus colegas, te adaptas a la dinámica de las clases y aprendes a vivir solo (cosa que se agradece muchísimo a no ser que no sepas cocinar o limpiar).

Nada más empezar las clases, te inundan la cabeza con términos como TO, TM, Trados, Skopos… Y te das cuenta de que la respuesta a cualquier duda que le planteas a tus profesores es siempre y por el fin de los tiempos: depende. Ahora veo que tenían mucha razón, todo depende en el mundo de la traducción. En cada semestre descubres asignaturas como «Documentación» o «ACTE» y te entran ganas de salir corriendo o esconderte debajo de la manta. Y todo ello sin hablar de otras aún más temidas como «Cultura y Sociedades» o «Interpretación». Sí, esta última es quizás la más popular entre los repetidores.


Por supuesto, no todo son calamidades. La carrera de Traducción e Interpretación me ha dado muchas cosas buenas y, sobre todo, muchas experiencias únicas e irrepetibles que guardaré en mi cofrecito de los recuerdos: la Erasmus en Londres, la Atlanticus en Carolina del Norte, la convivencia en los pisos de estudiantes, los almuerzos con los compañeros en la universidad… No nos podemos olvidar de la formación y, en mi caso, la vocación. Gracias a que decidí optar por esta carrera, me di cuenta de que esto es realmente a lo que quiero dedicarme el resto de mi vida, de que amo la traducción y de que para mí no se trata de un mero trabajo para ganarme la vida, sino de una pasión con la que alimentar el corazón. En cuanto a la formación, sales de la carrera con un regustillo de cada campo de la traducción y queriendo aprender más y más. El deseo de seguir formándote parece que no acabará nunca. Sin embargo, lo que sí acaba es todo lo demás. Cuando entras en primero, piensas que serán cuatro largos años, pero no. No podemos estar más equivocados. Todo acaba, sea bueno o malo. Todo llega a su fin. Tanto esfuerzo, tanto sudor y lágrimas derramadas, tantas noches en vela, tanto café… Un momento, ¿me estoy repitiendo? No, tranquilos, es simplemente el fin de otra etapa. Al igual que llega el fin de esa horrible etapa de bachillerato, llega el fin de esa ansiada etapa universitaria. Y todo ello para lanzarnos al mundo laboral, lo que aún da más miedo. Pero, calma, seguro que es tan solo otra etapa. 

Yaiza Almengló

domingo, 12 de junio de 2016

¿Y si me especializo en traducción médica?

Según la RAE (2016), cuando hablamos de medicina hablamos del: «Conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir». Se trata así de un campo científico extremadamente amplio y que, por tanto, puede llegar a asustar a un recién graduado en Traducción e Interpretación o, por qué no, a un traductor con experiencia que decida especializarse en medicina. Y es que cuando nos referimos a la traducción médica, no solo nos referimos a las distintas especialidades de dicho ámbito como son la pediatría, la cirugía o la radioterapia; sino también a otras ciencias indudablemente relacionadas como la bioquímica, la microbiología o la farmacología (Ponte 2014).

Perfil del traductor médico
Está bien. Y si después de darme cuenta de lo imponente que es tal campo de especialidad, decido lanzarme, ¿cómo sé si encajo en el perfil? Lo que está claro como el agua es que el traductor médico debe poseer una amplia formación, además de ser profesional de los pies a la cabeza.

Algunas de las características generales que dicho perfil exige son: «conocimiento del idioma origen; conocimiento del idioma nativo del traductor; conocimiento del tema objeto de la traducción; y formación médica adecuada y actualizada» (Navascués y Hernando 1998: 148, citado en Muñoz 2009:159). Como vemos, la mayoría de estas características son comunes a las de otras áreas de traducción. Existen, además, aquellos que defienden que pueden darse dos candidatos para dicho perfil. Por un lado, aquellos médicos con capacidades lingüísticas. Y por otro lado, traductores con formación en Traducción e Interpretación que más tarde adquieran los conocimientos de medicina necesarios. Entre los autores que defienden dicha postura, encontramos a Balliu o a Navascués y Hernando.


Sin embargo, ante tales exigencias por parte de dicha ciencia, lo primero que asalta nuestra mente es: ¿cómo puedo recibir una adecuada formación en traducción médica? Bien, respondiendo a tal cuestión, Navarro (Márquez 2000, citado en Muñoz 2009:159) critica la carencia de oferta de formación en nuestro país de cursos monográficos de especialización en traducción médica y la necesidad de la formación autodidacta en el propio mercado laboral. No obstante, existen algunas posibilidades bastante interesantes a nuestra disposición como el «Máster Universitario en Traducción Médico-Sanitaria» de la Universidad Jaume I; el «Máster en Traducción Científico-Técnica» y el «Máster en Traducción Biomédica y Farmacéutica» de la Universitat Pompeu Fabra; y el «Máster Universitario en Comunicación Intercultural, Interpretación y Traducción en los Servicios Públicos» de la Universidad de Alcalá. Aunque si se quiere realizar algo que exija menos tiempo, en Trágora ofrecen un curso online de 180 horas repartidas en un período de doce semanas: «Especialista en traducción médica EN>ES».

Situación en nuestro país
A continuación, trataremos de responder a la pregunta del millón: ¿con qué situación se encuentra el traductor médico una vez ya formado en España? A pesar de la tan cansina crisis de la que parece que España no se resarcirá nunca, el sector de traducción más demandado es sin duda el científico-técnico. Pero, claro, de nuevo nos encontramos ante un campo de gigantescas magnitudes. Desde el punto de vista del traductor cuya combinación lingüística es EN>ES y dentro del vasto mundo científico-técnico, el tipo de traducción más demandada es la traducción informática, como era de esperar en una sociedad que vive sumergida en ella. Sin embargo, nuestra amada traducción médica no se queda mucho más atrás y obtiene el segundo puesto, compartido con la traducción técnica (manuales de herramientas y aparatos). En el tercer lugar del ranking nos encontramos con la traducción jurídica, amada por unos y odiada por otros (Anguita n.d.:369-370).

Conclusiones
Desde la perspectiva de una estudiante casi graduada en Traducción e Interpretación, parece que hay futuro para aquellos traductores novatos que pretendan dedicarse a este sector. Se trata tan solo de una mera cuestión de formación. La traducción médica es un ámbito de la traducción para el que hay que estar bien preparado, por lo que debemos tener todo nuestro armamento cargado. Tenemos que tratar de ser esponjas, absorberlo todo a nuestro paso. Y no solo hablamos de los idiomas, sino que hablamos de formarnos mediante cursos, másteres y todo cuanto haya a nuestra disposición. Una vez ya formados, tan solo nos queda decidir si queremos empezar trabajando con una empresa de traducción o como freelance, cosa nada aconsejable para alguien que acaba de salir al mundo laboral. En definitiva, el campo de la traducción médica es un campo en el que abunda la demanda de trabajo, pero no la oferta de formación, algo bastante paradójico. Solo queda esperar que las universidades se replanteen los planes de estudio y pongan a disposición de los alumnos más másteres y cursos relacionados con este ámbito.

Bibliografía:
Anguita, J. M. n.d., La traducción científico-técnica: situación actual en España. Disponible en: <http://cvc.cervantes.es/Lengua/esletra/pdf/01/026_anguita.pdf>. [24 febrero 2016].
Muñoz, A. 2009, El perfil del traductor médico: diseño de un estudio de corte socioprofesional, Panacea, vol. 10, n.º 30, pp.157-158. Disponible en: <http://www.medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n30_tribuna-Miquel.pdf>. [24 febrero 2016].
Ponte, C. 2014, Introducción a la traducción médica. 10 octubre 2014. Cristina Ponte: Blog. Disponible en: <http://novalo.com/introduccion-la-traduccion-medica/>. [24 febrero 2016].

Yaiza Almengló


domingo, 5 de junio de 2016

La localización de videojuegos: problemas y traducción

Actualmente en el sector de la traducción, uno de los mercados en auge es la localización de videojuegos. La localización no solo es la traducción de este producto audiovisual, sino la adaptación a la cultura meta donde vaya a comercializarse. Por ello, hay que tener en cuenta varios aspectos, como los nombres propios o de objetos que puedan aparecer en el videojuego, ya que pueden contener referencias culturales negativas que deben cambiarse.

Los componentes de un videojuego que deben traducirse son los elementos textuales (menú, diálogos), la documentación (manual, sitio web, estuche), el audio, que puede subtitularse o doblarse, y los gráficos e imágenes del videojuego.

En cuanto al perfil del traductor o localizador, está bastante definido. Entre sus cualidades destacan la creatividad, para llegar a inventar o crear nombres más adecuados para la cultura meta y hacer más atractivo el producto, y saber de videojuegos, algo que básicamente se aprende jugando.

Aunque a simple vista, la localización parece un camino de rosas, en realidad, no lo es. Aparte de la adaptación de referencias culturales, el localizador suele enfrentarse a muchos problemas. Uno de ellos es el formato de documento en el que traduce. Este es normalmente una hoja de cálculo con el texto original en una columna de celdas y el texto traducido en la columna de celdas contigua para facilitar la labor de ajuste. Este formato impide el uso de memorias de traducción o de herramientas de traducción asistida.

Otro problema son las variables que se encuentran en el texto original, ya que, en ocasiones, es difícil saber a qué hacen referencia en el videojuego si no disponemos de imágenes o de contexto. Este factor suele tener relación con la confidencialidad de las empresas y su reserva a la hora de proporcionar datos a los traductores.

Por último, hay que hacer referencia a las lenguas desde las que se traduce y a las que se traduce. Las lenguas origen más comunes son el japonés y el inglés, mientras que las lenguas meta más comunes son las llamadas FIGS por sus siglas en inglés (Francés, Italiano, Alemán y Español). El problema surge cuando se traduce del japonés al inglés y después del inglés a cualquiera de las lenguas FIGS. Esto hace que los errores de traducción de la primera traducción pasen a la segunda y el producto final no sea el más adecuado, ya sea por no adaptarse a la cultura meta, por pérdidas de significado que pudieran perderse durante los trasvases o por errores de lengua que no se corrigen en el texto meta.

Por ello, creo que la formación de traductores y localizadores debe ser una prioridad para que la calidad de los videojuegos se mantenga y mejore.

FUENTES CONSULTADAS
Secară, A., Merten, P., & Ramírez, Y. (2009). Creating Multimedia Localisation Training Materials: The Process and Resources Developed for eCoLoMedia. Recuperado el 25 de febrero de 2016, de http://www.mt-archive.info/05/Aslib-2009-Secara.pdf

Isabel Álvarez

Consulta nuestros seminarios de localización de videojuegos en: www.p4traducciones.com 


domingo, 29 de mayo de 2016

Participar en un proyecto europeo de traducción

Actualmente, estoy cursando el cuarto curso del grado en Traducción e Interpretación en la Universidad Pablo de Olavide. Mi experiencia en el mundo de la traducción es bastante escasa, ya que ahora estoy haciendo las prácticas de empresa en P4Traducciones, algo que se acerca al mundo laboral.

Sin embargo, en diciembre de 2015, participé en un proyecto europeo de traducción coordinado desde la universidad de la ciudad francesa de Rennes. En este proyecto participaban también alumnos de Francia, Rumanía y Malta, entre otros.

A priori, parecía una oportunidad para adentrarnos más en la traducción, ya que teníamos que enfrentarnos a un proyecto de traducción; nos daban un certificado de participación, que, como todo, lo incluiré en mi CV cuando me lo den, y se trataba de traducir, que es lo que se supone que nos encanta si estamos estudiando esta carrera. A posteriori, se trataba de un proyecto de traducción técnica (sí, técnica) sobre soldadura láser, de la que, por cierto, se encuentra poca información, y menos aún, traducida al español. Por si fuera poco, era yo la que estaba en contacto con Rennes para negociar las tarifas, los plazos y el número de palabras.

Tirando de IATE, la base terminológica de la Unión Europea, y de páginas web sobre soldaduras, conseguimos sacar el proyecto adelante, aunque lo peor vino después.
Era obligatorio utilizar una herramienta TAO de la que no teníamos licencias llamada Memsource. Aunque era muy fácil de usar, nos dio problemas cuando descargamos los archivos traducidos, ya que la maquetación de los textos se descuadraba y tuvimos que ajustarla. Puede que esto se debiera a los textos o a la herramienta, no lo sé. Tampoco quiero hablar mal de esta herramienta, pero le hacen falta algunas mejoras.

Aparte de eso, pudimos entregar el proyecto a tiempo y todo fue bien. Ahora ya solo nos queda que nos manden el feedback del trabajo que realizamos, que esperamos que sea positivo.

Isabel Álvarez