domingo, 14 de agosto de 2016

Experiencia en traducción

Estoy segura de que no soy la única a la que, alguna vez (por desgracia, suele ser más de una) una empresa le ha cerrado la puerta en las narices por «no tener la experiencia suficiente para el cargo».

En los tiempos que corren, la experiencia ha acabado por convertirse en la gran meta, y al mismo tiempo, la gran némesis de cualquier traductor novel (Que no nobel, ¡ya quisiéramos!). Aunque puede llegar a ser comprensible que una empresa se muestre reacia a contratar a alguien de quien no puede encontrar ninguna referencia anterior, para nosotros suele ser bastante complicado conseguir esa anhelada experiencia si nadie nos da una oportunidad.

Por suerte, siempre hay algunos «trucos» para consolidar nuestro currículum y nuestro bagaje profesional. En esta entrada voy a hablaros de algunas de las soluciones que he encontrado basándome en mi experiencia personal y la de otros colegas del gremio, y centrándome especialmente en mi campo de especialidad: la traducción audiovisual.

¿Cómo conseguir experiencia sin trabajar? ¡Aquí tenéis algunas formas!
·         Voluntariados de traducción: En Internet podéis encontrar un gran número de páginas que necesitan voluntarios que traduzcan su contenido.
Un buen ejemplo es el sitio web TED. Ideas worth spreading. (https://www.ted.com). Por si no la conocéis, es una organización no lucrativa que se dedica a hacer conferencias de temas muy diversos, a menudo con la finalidad de motivar a sus oyentes. Esta página tiene una comunidad de voluntarios que se dedican a subtitular dichas charlas, para que estas puedan llegar a todo el mundo.
·         Fansub: Como su nombre indica, los fansub son subtítulos creados por fans. Es bastante fácil entrar a un grupo de fansubbers (especialmente si tenéis un título de traductor y un par de idiomas bajo el brazo).
Suelen estar caracterizados por su rapidez, y en algunos casos, pueden satisfacer de mejor forma a su público. Por ejemplo, los fansubbers de anime suelen poner notas en sus traducciones que pueden llegar a ser tan largas que te obligan a pausar el vídeo para ser capaz de leerlas. Esto suele satisfacer el deseo de los espectadores que pretenden aprender cosas sobre la cultura y la lengua origen mientras ven el capítulo. Eso sí: ¡Nada de notas en subtitulación profesional!
Por otra parte, hay que tener cuidado al entrar en este mundo: No vais a dejar una buena marca personal si trabajáis para un Fansub que comete errores ortotipográficos o que carece de coherencia formal.
·         Prácticas en empresa: Esta es definitivamente la mejor forma de adquirir experiencia, ya que las prácticas son un simulacro de una situación laboral real. Puedes hacer tanto prácticas curriculares como extracurriculares, y si os hacéis el ánimo, ¡hasta en el extranjero!
·         Concursos de traducción: ¿Qué mejor forma de vender vuestra imagen, que habiendo sido ganadores de algún concurso? Hay concursos tanto para traductores profesionales, como para traductores amateur, que pueden quedar fenomenal en vuestro currículum.


Estas son solo algunas de las muchas formas que hay de «conseguir experiencia sin tener experiencia». ¡Cortémosle la cola a la pescadilla! Como podéis ver, y aunque a veces no sea fácil, verdaderamente se puede despegar en el mundo de la traducción sin haber trabajado antes, porque todos hemos empezado alguna vez.

Cristina Puig

domingo, 3 de julio de 2016

Armaduras

Yo no sé a vosotros, pero en la carrera, casi siempre me he quedado con las ganas de preguntarles a los profesores ciertos aspectos de sus trayectorias como docentes, intérpretes o, sobre todo, como traductores. Si os pica la curiosidad tanto como a mí y queréis que os aconsejen, aquí os traigo un pequeño artículo donde expondré algunas anecdotillas que, desde mi poca experiencia os puedo aportar.

Como estudiante, os puedo decir que siempre me ha gustado la rama de letras. Lo tenía bastante claro desde que me dieron dos opciones para elegir en cuarto de la ESO: Humanidades o Ciencias. Está claro cuál elegí yo, ¿no?, sin embargo, a diferencia de muchas opiniones que me han comentado algunos compañeros míos, a mí sí me gustaban las matemáticas. Así que ya en Bachillerato, en vez de decantarme por las “letras puras”, decidí estudiar Ciencias Sociales. Peeero, cómo no, tenía que haber algún inconveniente: si quería estudiar Traducción e Interpretación, tenía que cambiarme a Humanidades para que me ponderaran las asignaturas. Así que me armé de valor en el segundo trimestre y me lancé a la piscina. Hice en seis meses lo que cualquier estudiante hace en nueve.

Tras terminar esta etapa, tenía aún más claro que quería estudiar esta carrera, pero con una dud”illa”: sabía perfectamente que quería estudiar inglés, pero en Traducción e Interpretación hay que escoger una lengua C también, así que ¿qué idioma me gusta más?, ¿cuál tiene más salida? Mmm… todo el mundo me dice que coja alemán, que voy a tener muchísimo trabajo luego; mi hermana me dice que coja italiano, que me irá muy bien; mi madre, que coja francés, que ya tengo una base desde la ESO. ¡Qué indecisión! Pues nada, al final, de nuevo, me armé de valor, haciendo caso omiso de los demás y escogí… árabe. Sí, árabe. «Pero, ¿dónde vas, niña? ¡Si eso es muy difícil, eso se escribe de derecha a izquierda!». Ahora que ya estoy casi terminando esta etapa, a todos les diría que sí, que es difícil, pero quien no arriesga no gana.

Anécdotas como estas y mejores me han pasado millones como estudiante. Pero ahora me gustaría comentaros aquellas que me han pasado como traductora en potencia. Cuando realmente me empecé a enamorar de esta profesión fue el año pasado. Sí, hace nada, pero en tercero es cuando se empiezan a impartir clases de traducción especializada y, la verdad, es que me han parecido impresionantes. Desde la científico-técnica hasta la jurídica.

Con la comida, siempre me gusta probar un poco de todo, picar aquí y allá. Pues con la traducción me pasa lo mismo, aunque sí que hay ciertas áreas que me apasionan más. Este deseo de saber un poco de todo es lo que me llevó a que un día decidiera inscribirme para ir a un congreso. Había charlas de muchísimos temas: de poesía, de literatura fantástica, de traducción audiovisual e incluso de traducción erótica (uuuh). Bueno, pues resulta (ahí va otra anécdota) que terminó la jornada y era el turno del encuentro con empresas. Mis amigos y yo nos acercamos a un stand y la chica de la empresa, muy simpática, nos estuvo explicando cómo funcionaba su empresa. Tras una buena dosis de información, dos de mis amigos le dieron sus tarjetas de visitas, ya que querían darse a conocer. Cuál fue mi sorpresa que, cuando la chica me preguntó por mi tarjeta, no supe qué responder. Siempre había pensado «si todavía no he terminado mis estudios, ¿quién me va a querer siendo inexperta?». En ese instante, maldije el momento en el que decidí no hacérmela. Finalmente, le respondí a la chica:
- Eeeem…, pues no tengo.
- ¿Pero cómo no puedes tener? ¡Si son súper útiles!

En ese momento, mi cabeza empezó a buscar una respuesta, algo para enmendar ese error. Así que me armé de valor (creo que ya van tres armaduras las que me he puesto en este artículo, ¿no?) y le dije:
- ¿Y si mañana te traigo una?
- Si consigues hacértela de aquí a mañana, ¡te contrato!
«Joder, joder, Rocío… Ya puedes empezar a apañártelas para tenerla lista para mañana» pensé. Así que, efectivamente, me quedé hasta las dos de la mañana diseñando mi propia tarjeta de visita. A la mañana siguiente, estaba la primera en copistería para imprimirlas. Luego, tras varias horas de charlas en el congreso intentando encontrar con la mirada a aquella chica, me fui, sin éxito, a comer. Sorprendentemente, picando de una comida y otra, me la encontré y yo, toda orgullosa, le di mi tarjeta. La chica se quedó boquiabierta no solo porque lo había conseguido, sino, también, porque en mis idiomas ponía… ¡árabe! Al final, me dijo que le mandara mi currículum. Fue una historia bastante buena, sí.

Y, bueno, por ultimísimo, os cuento la anécdota que me trajo hasta aquí, a P4Traducciones. Era un día calurosísimo de verano, yo estaba sin saber qué hacer y mi hermana me gritó desde su cuarto: «¡Rocío, ven!». Me dijo entusiasmada que había un curso en Sevilla de Traducción Audiovisual y nos llamaba muchísimo la atención. Compramos la entrada y pusimos rumbo a la calurosa capital andaluza. Estuvo genial. Pero cuando ya nos tocaba irnos, se me ocurrió una cosa y le dije a una amiga que también venía conmigo: «Quilla… ¿y si hacemos las prácticas de la “uni” aquí?», a lo que respondió «Hostia, estaría genial». Tras mucho dudar y mirarnos sin saber qué hacer, me puse mi cuarta armadura y le dije a la chica que estaba en recepción: «Perdona, ¿tenéis programas de prácticas?»

Y aquí estoy, picoteando de traducción en traducción.

Rocío Coronil Soto

domingo, 26 de junio de 2016

Audiodes… ¿qué?

Es lo primero que cualquiera pregunta cuando escucha por primera vez la palabra audiodescripción (AD). Luego están aquellos que lo han escuchado alguna vez en su vida, pero no saben muy bien de qué va. Y, finalmente, en minoría y es donde nos incluimos la mayoría de traductores, están aquellas personas que sí saben en qué consiste esta modalidad de traducción audiovisual.

Tanto si perteneces al grupo de personas que sabe, como si perteneces al que no, espero que os sea útil esta introducción informativa. Para romper un poco el hielo, os dejamos la definición de audiodescripción según Catalina Jiménez Hurtado y Claudia Seibel: «La audiodescripción para ciegos es una técnica utilizada para crear un tipo de accesibilidad a los medios audiovisuales que implica un proceso de traducción en el que se describen imágenes en palabras».

Es decir, es un método mediante el que se explica todo lo relevante que aparece en pantalla, que no sea diálogo, con el objetivo de que el público ciego entienda y se entere lo mejor posible de la trama y del mensaje. Este término empezó a utilizarse para referirse a lo que se conoce hoy en día como tal, en los años setenta, de manos de Gregory Frazier. Posteriormente, en 1989, la audiodescripción apareció en el Festival de Cine de Cannes. La ONCE, sin embargo, empezó a llamarlo como Sistema AUDESC.

Toda traducción tiene un proceso complejo detrás  y la AD no iba ser menos; es más, requiere una gran labor por parte del traductor. Por ejemplo, según Julia Lobato, estas son las fases de la aplicación de la audiodescripción al cine:
·         Ver la película antes de comenzar con el proceso de AD.
·         Hacer un borrador de la descripción: se describe lo importante, se ignora lo obvio.
·         Sincronización del sonido y la imagen.
·         Ensayo previo
·         Revisar la descripción
·         Grabar la descripción
·         Revisar la grabación
·         Distribuir la película audio-descrita. Junto con la película se acompañará una carátula con el título en braille, algunos datos esenciales y el resumen.

Por otra parte, hay sistemas que ni siquiera implican adquirir la película con la audiodescripción incorporada. Uno de ellos es una aplicación para móviles que lanzó la ONCE en 2014: Audesc Mobile. Esta consiste en una base de datos donde se encuentra un conjunto de audiodescripciones de películas, series y documentales. Su funcionamiento es muy simple: introduces el título de la película, por ejemplo, que desees; si esta está disponible en la aplicación, te la descargas y cuando la película empiece a emitirse (ya sea en el cine, en la televisión, etc.), la sincronización de la audiodescripción se activará y comenzará a reproducirse. Parece súper útil, ¿no?

Bueno, como ya sabéis un poco en qué consiste la AD, os dejamos aquí un enlace con una muestra para que os ilustre este tipo de traducción audiovisual:

Rocío Coronil Soto

Además, puedes aprender más sobre audiodescripción en  nuestros seminarios de P4Traducciones (www.p4traducciones.com)







domingo, 19 de junio de 2016

Manual de supervivencia para alumnos de traducción e interpretación

Para mi brillante hermana. Espero que te guste y te ayude a llevar mejor esos días.

Tras dos años dejándote la piel en bachillerato, en mi caso de Ciencias Sociales, llega la prueba final tan temida por todos: selectividad. Esa semana fatídica que pasa casi sin darte cuenta y que prácticamente decide tu futuro. Tanto esfuerzo, tanto sudor y lágrimas derramadas, tantas noches en vela, tanto café (amado y adorado café) y tantos padres llamando cada dos segundos para preguntar cómo ha salido el examen. A lo que siempre respondes: bien… Supongo… Porque, claro, quieres dejar a tus padres tranquilos, pero en realidad por dentro ni si quiera tú mismo tienes idea de qué ha hecho tu exhausto cerebro durante esa hora y media que duraba el examen. Pasa la semana infernal y ya solo queda esperar, esperar a que salgan esas calificaciones que marcarán un antes y un después, esas calificaciones que te darán el «visto bueno» para entrar en la carrera de tus sueños.

Y cómo no, llega el día. Te levantas y… ¡ZAS! «Ya están las calificaciones» te dice corriendo tu mejor amiga, que está entre la desesperación, la muerte y la risa (por no llorar). Mientras no atinas a meter tu usuario y contraseña, un escalofrío te recorre la espalda y un peligroso pensamiento atraviesa tu mente: ¿y qué hago con mi vida si no entro en la carrera? Tras unos veinte mil intentos, logras iniciar sesión y… ¡Ahí está! Y ahí estás tú, con tus ojitos entreabiertos, temblando y el móvil sin parar de sonar. Después de estar durante medio segundo al borde del suicidio, por fin, sacas valor, abres bien los ojos y miras a tu futuro a la cara.

Recuerdo perfectamente la conversación que tuve con mi madre por teléfono, ambas casi llorando: «Mamá, que ya han salido las notas. He calculado la media y… Que entro seguro en la carrera. Que sí, mamá, que voy a estudiar Traducción e Interpretación». Gritos, saltos de alegría, lágrimas y un gran gran suspiro. Casi puedo decir que fue uno de los mejores días de mi vida, un día en el que, sin duda, estaba orgullosa de mí misma.

Unos meses más tarde, ahí estaba yo, tan minúscula en una universidad, que a mi parecer, era entonces tan gigante. Los primeros días de la carrera te sientes como un barco a la deriva, preguntándote si no has cometido el mayor error de tu vida. Pero luego conoces a tus compañeros, que están casi peor que tú. Conoces a tus profesores, que no son tan malos ni estrictos como tú pensabas. Y descubres que la universidad no está tan mal. Eso sí, hay una cosa que la universidad te enseña desde el minuto uno: a ser autodidacta. A pesar de que al principio es todo una lucha de papeles con administración, problemas con los horarios y con las clases y un gran etcétera, acabas acostumbrándote sorprendentemente rápido. Ya sabes quiénes son tus colegas, te adaptas a la dinámica de las clases y aprendes a vivir solo (cosa que se agradece muchísimo a no ser que no sepas cocinar o limpiar).

Nada más empezar las clases, te inundan la cabeza con términos como TO, TM, Trados, Skopos… Y te das cuenta de que la respuesta a cualquier duda que le planteas a tus profesores es siempre y por el fin de los tiempos: depende. Ahora veo que tenían mucha razón, todo depende en el mundo de la traducción. En cada semestre descubres asignaturas como «Documentación» o «ACTE» y te entran ganas de salir corriendo o esconderte debajo de la manta. Y todo ello sin hablar de otras aún más temidas como «Cultura y Sociedades» o «Interpretación». Sí, esta última es quizás la más popular entre los repetidores.


Por supuesto, no todo son calamidades. La carrera de Traducción e Interpretación me ha dado muchas cosas buenas y, sobre todo, muchas experiencias únicas e irrepetibles que guardaré en mi cofrecito de los recuerdos: la Erasmus en Londres, la Atlanticus en Carolina del Norte, la convivencia en los pisos de estudiantes, los almuerzos con los compañeros en la universidad… No nos podemos olvidar de la formación y, en mi caso, la vocación. Gracias a que decidí optar por esta carrera, me di cuenta de que esto es realmente a lo que quiero dedicarme el resto de mi vida, de que amo la traducción y de que para mí no se trata de un mero trabajo para ganarme la vida, sino de una pasión con la que alimentar el corazón. En cuanto a la formación, sales de la carrera con un regustillo de cada campo de la traducción y queriendo aprender más y más. El deseo de seguir formándote parece que no acabará nunca. Sin embargo, lo que sí acaba es todo lo demás. Cuando entras en primero, piensas que serán cuatro largos años, pero no. No podemos estar más equivocados. Todo acaba, sea bueno o malo. Todo llega a su fin. Tanto esfuerzo, tanto sudor y lágrimas derramadas, tantas noches en vela, tanto café… Un momento, ¿me estoy repitiendo? No, tranquilos, es simplemente el fin de otra etapa. Al igual que llega el fin de esa horrible etapa de bachillerato, llega el fin de esa ansiada etapa universitaria. Y todo ello para lanzarnos al mundo laboral, lo que aún da más miedo. Pero, calma, seguro que es tan solo otra etapa. 

Yaiza Almengló

domingo, 12 de junio de 2016

¿Y si me especializo en traducción médica?

Según la RAE (2016), cuando hablamos de medicina hablamos del: «Conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir». Se trata así de un campo científico extremadamente amplio y que, por tanto, puede llegar a asustar a un recién graduado en Traducción e Interpretación o, por qué no, a un traductor con experiencia que decida especializarse en medicina. Y es que cuando nos referimos a la traducción médica, no solo nos referimos a las distintas especialidades de dicho ámbito como son la pediatría, la cirugía o la radioterapia; sino también a otras ciencias indudablemente relacionadas como la bioquímica, la microbiología o la farmacología (Ponte 2014).

Perfil del traductor médico
Está bien. Y si después de darme cuenta de lo imponente que es tal campo de especialidad, decido lanzarme, ¿cómo sé si encajo en el perfil? Lo que está claro como el agua es que el traductor médico debe poseer una amplia formación, además de ser profesional de los pies a la cabeza.

Algunas de las características generales que dicho perfil exige son: «conocimiento del idioma origen; conocimiento del idioma nativo del traductor; conocimiento del tema objeto de la traducción; y formación médica adecuada y actualizada» (Navascués y Hernando 1998: 148, citado en Muñoz 2009:159). Como vemos, la mayoría de estas características son comunes a las de otras áreas de traducción. Existen, además, aquellos que defienden que pueden darse dos candidatos para dicho perfil. Por un lado, aquellos médicos con capacidades lingüísticas. Y por otro lado, traductores con formación en Traducción e Interpretación que más tarde adquieran los conocimientos de medicina necesarios. Entre los autores que defienden dicha postura, encontramos a Balliu o a Navascués y Hernando.


Sin embargo, ante tales exigencias por parte de dicha ciencia, lo primero que asalta nuestra mente es: ¿cómo puedo recibir una adecuada formación en traducción médica? Bien, respondiendo a tal cuestión, Navarro (Márquez 2000, citado en Muñoz 2009:159) critica la carencia de oferta de formación en nuestro país de cursos monográficos de especialización en traducción médica y la necesidad de la formación autodidacta en el propio mercado laboral. No obstante, existen algunas posibilidades bastante interesantes a nuestra disposición como el «Máster Universitario en Traducción Médico-Sanitaria» de la Universidad Jaume I; el «Máster en Traducción Científico-Técnica» y el «Máster en Traducción Biomédica y Farmacéutica» de la Universitat Pompeu Fabra; y el «Máster Universitario en Comunicación Intercultural, Interpretación y Traducción en los Servicios Públicos» de la Universidad de Alcalá. Aunque si se quiere realizar algo que exija menos tiempo, en Trágora ofrecen un curso online de 180 horas repartidas en un período de doce semanas: «Especialista en traducción médica EN>ES».

Situación en nuestro país
A continuación, trataremos de responder a la pregunta del millón: ¿con qué situación se encuentra el traductor médico una vez ya formado en España? A pesar de la tan cansina crisis de la que parece que España no se resarcirá nunca, el sector de traducción más demandado es sin duda el científico-técnico. Pero, claro, de nuevo nos encontramos ante un campo de gigantescas magnitudes. Desde el punto de vista del traductor cuya combinación lingüística es EN>ES y dentro del vasto mundo científico-técnico, el tipo de traducción más demandada es la traducción informática, como era de esperar en una sociedad que vive sumergida en ella. Sin embargo, nuestra amada traducción médica no se queda mucho más atrás y obtiene el segundo puesto, compartido con la traducción técnica (manuales de herramientas y aparatos). En el tercer lugar del ranking nos encontramos con la traducción jurídica, amada por unos y odiada por otros (Anguita n.d.:369-370).

Conclusiones
Desde la perspectiva de una estudiante casi graduada en Traducción e Interpretación, parece que hay futuro para aquellos traductores novatos que pretendan dedicarse a este sector. Se trata tan solo de una mera cuestión de formación. La traducción médica es un ámbito de la traducción para el que hay que estar bien preparado, por lo que debemos tener todo nuestro armamento cargado. Tenemos que tratar de ser esponjas, absorberlo todo a nuestro paso. Y no solo hablamos de los idiomas, sino que hablamos de formarnos mediante cursos, másteres y todo cuanto haya a nuestra disposición. Una vez ya formados, tan solo nos queda decidir si queremos empezar trabajando con una empresa de traducción o como freelance, cosa nada aconsejable para alguien que acaba de salir al mundo laboral. En definitiva, el campo de la traducción médica es un campo en el que abunda la demanda de trabajo, pero no la oferta de formación, algo bastante paradójico. Solo queda esperar que las universidades se replanteen los planes de estudio y pongan a disposición de los alumnos más másteres y cursos relacionados con este ámbito.

Bibliografía:
Anguita, J. M. n.d., La traducción científico-técnica: situación actual en España. Disponible en: <http://cvc.cervantes.es/Lengua/esletra/pdf/01/026_anguita.pdf>. [24 febrero 2016].
Muñoz, A. 2009, El perfil del traductor médico: diseño de un estudio de corte socioprofesional, Panacea, vol. 10, n.º 30, pp.157-158. Disponible en: <http://www.medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n30_tribuna-Miquel.pdf>. [24 febrero 2016].
Ponte, C. 2014, Introducción a la traducción médica. 10 octubre 2014. Cristina Ponte: Blog. Disponible en: <http://novalo.com/introduccion-la-traduccion-medica/>. [24 febrero 2016].

Yaiza Almengló


domingo, 5 de junio de 2016

La localización de videojuegos: problemas y traducción

Actualmente en el sector de la traducción, uno de los mercados en auge es la localización de videojuegos. La localización no solo es la traducción de este producto audiovisual, sino la adaptación a la cultura meta donde vaya a comercializarse. Por ello, hay que tener en cuenta varios aspectos, como los nombres propios o de objetos que puedan aparecer en el videojuego, ya que pueden contener referencias culturales negativas que deben cambiarse.

Los componentes de un videojuego que deben traducirse son los elementos textuales (menú, diálogos), la documentación (manual, sitio web, estuche), el audio, que puede subtitularse o doblarse, y los gráficos e imágenes del videojuego.

En cuanto al perfil del traductor o localizador, está bastante definido. Entre sus cualidades destacan la creatividad, para llegar a inventar o crear nombres más adecuados para la cultura meta y hacer más atractivo el producto, y saber de videojuegos, algo que básicamente se aprende jugando.

Aunque a simple vista, la localización parece un camino de rosas, en realidad, no lo es. Aparte de la adaptación de referencias culturales, el localizador suele enfrentarse a muchos problemas. Uno de ellos es el formato de documento en el que traduce. Este es normalmente una hoja de cálculo con el texto original en una columna de celdas y el texto traducido en la columna de celdas contigua para facilitar la labor de ajuste. Este formato impide el uso de memorias de traducción o de herramientas de traducción asistida.

Otro problema son las variables que se encuentran en el texto original, ya que, en ocasiones, es difícil saber a qué hacen referencia en el videojuego si no disponemos de imágenes o de contexto. Este factor suele tener relación con la confidencialidad de las empresas y su reserva a la hora de proporcionar datos a los traductores.

Por último, hay que hacer referencia a las lenguas desde las que se traduce y a las que se traduce. Las lenguas origen más comunes son el japonés y el inglés, mientras que las lenguas meta más comunes son las llamadas FIGS por sus siglas en inglés (Francés, Italiano, Alemán y Español). El problema surge cuando se traduce del japonés al inglés y después del inglés a cualquiera de las lenguas FIGS. Esto hace que los errores de traducción de la primera traducción pasen a la segunda y el producto final no sea el más adecuado, ya sea por no adaptarse a la cultura meta, por pérdidas de significado que pudieran perderse durante los trasvases o por errores de lengua que no se corrigen en el texto meta.

Por ello, creo que la formación de traductores y localizadores debe ser una prioridad para que la calidad de los videojuegos se mantenga y mejore.

FUENTES CONSULTADAS
Secară, A., Merten, P., & Ramírez, Y. (2009). Creating Multimedia Localisation Training Materials: The Process and Resources Developed for eCoLoMedia. Recuperado el 25 de febrero de 2016, de http://www.mt-archive.info/05/Aslib-2009-Secara.pdf

Isabel Álvarez

Consulta nuestros seminarios de localización de videojuegos en: www.p4traducciones.com 


domingo, 29 de mayo de 2016

Participar en un proyecto europeo de traducción

Actualmente, estoy cursando el cuarto curso del grado en Traducción e Interpretación en la Universidad Pablo de Olavide. Mi experiencia en el mundo de la traducción es bastante escasa, ya que ahora estoy haciendo las prácticas de empresa en P4Traducciones, algo que se acerca al mundo laboral.

Sin embargo, en diciembre de 2015, participé en un proyecto europeo de traducción coordinado desde la universidad de la ciudad francesa de Rennes. En este proyecto participaban también alumnos de Francia, Rumanía y Malta, entre otros.

A priori, parecía una oportunidad para adentrarnos más en la traducción, ya que teníamos que enfrentarnos a un proyecto de traducción; nos daban un certificado de participación, que, como todo, lo incluiré en mi CV cuando me lo den, y se trataba de traducir, que es lo que se supone que nos encanta si estamos estudiando esta carrera. A posteriori, se trataba de un proyecto de traducción técnica (sí, técnica) sobre soldadura láser, de la que, por cierto, se encuentra poca información, y menos aún, traducida al español. Por si fuera poco, era yo la que estaba en contacto con Rennes para negociar las tarifas, los plazos y el número de palabras.

Tirando de IATE, la base terminológica de la Unión Europea, y de páginas web sobre soldaduras, conseguimos sacar el proyecto adelante, aunque lo peor vino después.
Era obligatorio utilizar una herramienta TAO de la que no teníamos licencias llamada Memsource. Aunque era muy fácil de usar, nos dio problemas cuando descargamos los archivos traducidos, ya que la maquetación de los textos se descuadraba y tuvimos que ajustarla. Puede que esto se debiera a los textos o a la herramienta, no lo sé. Tampoco quiero hablar mal de esta herramienta, pero le hacen falta algunas mejoras.

Aparte de eso, pudimos entregar el proyecto a tiempo y todo fue bien. Ahora ya solo nos queda que nos manden el feedback del trabajo que realizamos, que esperamos que sea positivo.

Isabel Álvarez


domingo, 22 de mayo de 2016

La traducción e interpretación en organismos públicos

Buenas a todos y a todas, mi nombre es Andrés y antes de comenzar con este artículo me gustaría subrayar que lo que escribo procede de mi propia experiencia, pero esto no significa que lo que se relata aquí no sea real.

            En mi último año de Estudios Ingleses tuve la oportunidad de realizar las prácticas de grado en la Delegación de Turismo y Patrimonio del Ayuntamiento de Córdoba. Al haber realizado unas prácticas en una academia, también quería saber lo que era traducir en un organismo público como este. A pesar de ser una de las experiencias más enriquecedoras y haber conocido a gente estupenda, cuál fue mi sorpresa al descubrir que en la Delegación de Turismo (la sección del ayuntamiento que no es sino un puente entre nuestra cultura y tradición y la de otros pueblos) salvo el jefe de la unidad todo el personal tenía un conocimiento escaso o nulo de inglés. Así pues, me veía como mediador intercultural o intérprete telefónico en muchas ocasiones, aunque siempre estaba con la mosca detrás de la oreja de qué pasaría allí cuando yo no estuviera (todo seguiría igual, mejor o peor). Pero no alcemos el puño al aire en contra del ayuntamiento de Córdoba, porque si no deberíamos hacer lo mismo con más de un ayuntamiento u otro organismo público del resto de España.

            ¿Cómo evitar que no te sangren los ojos cuando ves que un diálogo con un americano se capea a base de Google Traductor? ¿O cuando pinchas en ‘English’ en el sitio web del Ayuntamiento de Sevilla para ver un mísero ‘you are here’ entre un mar de iconos en español?

            Lo que está claro es que la comunicación intercultural se toma muy a la ligera en este país. ¿Cómo si no te explicas esto o que un alumno de prácticas acabe teniendo que hacer una labor de intérprete impromptu y sin guion para un grupo de 60 visitantes extranjeros? Luego se nos llena la boca de decir que el mercado laboral está muy mal para el traductor cuando vemos estas cosas delante de nuestras narices. Quizá sea más permisible esto en el sector privado, ¿pero en el público? ¿Realmente se puede escatimar de fondos en estos casos?

Suerte que he tenido de no hacer prácticas de intérprete en un hospital público, eso sí que debe ser escalofriante. Bueno, con esto ya tenemos para reflexionar un buen rato. ¿Qué opináis de estas situaciones?, ¿os habéis visto en un caso semejante alguna vez?, ¿qué creéis que se podría plantear para mejorar esto?

Andrés Jiménez





domingo, 15 de mayo de 2016

Ser traductora no es lo que parece


Desde muy pequeña, he tenido claro que de mayor quería dedicarme a algo que tuviera que ver con el inglés. Cuando llegué al instituto, descubrí el francés y fue ahí cuando me di cuenta de que no era el inglés en sí lo que me apasionaba, eran los idiomas. En ese momento vi clarísimo lo que quería hacer en un futuro: dedicarme a los idiomas. Estuve investigando e informándome de todas las carreras que tenían lenguas extranjeras y la que de verdad me conquistó fue Traducción e Interpretación.

En septiembre de 2012 comenzaba una de las mejores etapas de mi vida. Me mudé a Sevilla que, aunque está bastante lejos de Torredonjimeno (Jaén), mi hogar, me acogió con los brazos abiertos y comencé a estudiar en la Universidad Pablo de Olavide. Las primeras semanas fueron complicadas, pero en cuanto te acostumbras a la dinámica de la universidad, a la ciudad, a vivir lejos de casa y, sobre todo, cuando conoces a tus compañeros y amigos, todo empieza a ir sobre ruedas.

Antes de entrar en el mundo de la traducción pensaba erróneamente que traducir era tener un buen nivel del idioma desde el que ibas a traducir al español. Pero no es ni mucho menos eso, ser traductora va más allá de poder hablar y comprender dos idiomas. Los traductores tienen una parte de documentalista, de terminólogo, de revisor, de gestor de proyectos y, dependiendo del tipo de traducción que esté haciendo, de «experto» en ese campo. El traductor se encarga de que una persona en una parte del mundo pueda recibir cualquier contenido que otra persona en otra parte del mundo produce.

Cuando un traductor se pone a traducir no escribe la equivalencia palabra por palabra del texto en cuestión. Lo primero es documentarse, adquirir conocimientos del campo de esa traducción. Cuando se ha documentado y conoce el tema, se empieza a traducir, pero la documentación está presente a lo largo de todo el proceso, ya que cada vez que aparece algo que no conoce, se documenta. Cuando se traduce, entran en escena muchísimos factores que hay que tener en cuenta como por ejemplo la terminología, la cultura fuente y la cultura meta, la gramática o, en algunos casos, el espacio en el que se va a publicar la traducción. Cuando tiene el producto final, toca revisarlo. Una revisión es fundamental en la traducción, ya que te ayuda a ver si has usado estructuras que son naturales en la lengua meta, si hay erratas o faltas de ortografía etc. Con la revisión nos aseguramos de que el producto final sea de calidad.

Una de las cuestiones que más me ha sorprendido es que, cuando estamos traduciendo, hay muchas limitaciones que nos hacen que nos decantemos por una u otra opción de traducción. Algunas de las limitaciones más llamativas son: el espacio cuando vamos a subtitular, el número de palabras si el texto va en un espacio que está determinado (por ejemplo la columna de un periódico), el movimiento de los labios de los personajes de una película o que la cultura que va a recibir tu traducción sea o no sensible a cierto tipo de contenido. Pero la que sin duda me parece más llamativa es el cliente. Está claro que la persona que te contrata tiene la última palabra en cuanto al resultado, puesto que la traducción que estás haciendo es para él, pero hay casos en los que los clientes deciden cómo traducir ciertas cosas, aunque los traductores crean que otra opción de traducción sería más adecuada. Ahora que sé que esto ocurre, estoy segura de que la mayoría de las veces que he pensado «aquí esto está mal traducido», lo que realmente ocurrió fue que el cliente decidió cambiar lo que había decidido el traductor.


Lo que está claro es que, hoy en día, los traductores desempeñan un papel fundamental, ya que todos los días se publican libros, se graban películas, se crean videojuegos, salen a la venta máquinas y aparatos de todo tipo, se crean páginas web y todo esto, la mayoría, en otros idiomas. Por ello, debido a que los empresarios quieren que sus productos lleguen a todas partes del mundo, necesitamos a los traductores para que esto pueda ser así y el resultado sea de calidad.

Cristina Ureña Bueno

domingo, 8 de mayo de 2016

Ahora sé que lo mío es la traducción

La tarea del traductor no es tan simple como parece. Es cierto que lo que hace un traductor es leer y escribir, pero tomando esto como referencia, es necesario matizar un poco. Cuando un traductor se pone a leer lo que tiene que traducir, no hace una única lectura, hace varias y todas ellas de distinta forma. Tiene que comprender el texto de principio a fin, de frente y del revés. Pero comprender al cien por cien el texto no es la finalidad de la lectura, es solo el punto de partida para comenzar a traducir. Cuando el traductor comienza a leer se activa en él automáticamente un mecanismo de detección de obstáculos; cada palabra desconocida puede implicar un riesgo a la hora de traducir y cada estructura difícil puede ser un escollo (Grosman & Rogarte, 2009, p. 103). Desde que comenzamos la carrera, siempre nos han dicho esto y, sinceramente, me preocupaba un poco. Tenía continuamente en la cabeza eso de, ¿y si no me doy cuenta de los posibles problemas a la hora de traducir?, ¿y si las estructuras que utilizo son calcadas? y miles de preguntas como estas. Por eso, decidí hacer algo. Me di cuenta de que, a pesar de que en la carrera entregamos muchísimas traducciones y siempre estamos haciendo proyectos, necesitaba hacer algo por mi cuenta para que mi «capacidad traductora» se desarrollara y así poder ver todo eso que los traductores ven cuando leen.

            En un congreso de traducción me hablaron de los voluntariados. Me pareció una muy buena idea, ya que yo tendría la oportunidad de practicar a la vez que ayudaba a personas y, sobre todo, organizaciones que no tienen los recursos o los medios para conseguir una traducción. Estuve investigando un poco sobre The Rosetta Foundation y a través de ellos llegué a la página web en la que hice el voluntariado. Es muy sencillo, lo único que tienes que hacer es registrarte e incluir tu combinación de lenguas (en mi caso, inglés y francés hacia el español). Una vez registrado, entras en la página principal y te aparecen todos los archivos que hay pendientes de traducir y tú eliges los que mejor se adaptan a ti. Yo lo hice durante el verano ya que era cuando más tiempo tenía. En total, hice cuatro proyectos que me parecieron muy interesantes. Los cuatro estaban relacionados entre ellos, trataban políticas de adaptabilidad de las ciudades a discapacitados en Malasia y Uganda.

            Cuando empecé, me daba miedo porque no confiaba mucho en mí misma. Pensaba en que quizás no les iba a gustar mi traducción, que no iban a estar de acuerdo con mi manera de resolver los posibles problemas… Pero en general, fue una experiencia muy buena. A la misma vez que estaba practicando y que utilizaba el voluntariado para no desconectar al cien por cien del mundo de la traducción durante el verano, estaba ayudando a gente que de verdad necesitaba esa traducción. Lo que realmente me impulsó a decidir ser traductora voluntaria fue eso. Gracias a unas horas de tu tiempo se puede hacer posible algo tan importante hoy en día como que las ciudades sean más accesibles. De los cuatro, el texto que más me llamó la atención fue una propuesta en la que se pedía que en Uganda se facilite la participación de las personas con discapacidad en la política reservando escaños para ellos. Traduciendo este texto, me di cuenta de que la traducción va más allá de que podamos leer un libro o ver una película de moda, la traducción es realmente una unión entre diferentes culturas.

            Experiencias como estas me hacen darme cuenta de que cuando decidí estudiar Traducción e Interpretación acerté. Este año, en el último curso de la carrera, estamos haciendo muchísimas más traducciones y una a una me enamoro más de esta profesión. Es cierto que asusta un poco el hecho de acabar la carrera porque no sabes lo que te espera fuera, si vas a encontrar trabajo, si podrás trabajar en la traducción o tendrás que dedicarte a otra cosa, pero lo que sí tengo claro es que, después del voluntariado, de los cuatro años de carrera y de las prácticas en una empresa de traducción, voy a luchar por conseguir ser una buena traductora y poder dedicarme totalmente a ello ya que es lo que me gusta.

Bibliografía

Grosman, P. & Rogarte, A., 2009. Cuatro tramas: orientación para leer, escribir, traducir y revisar. Buenos Aires: Tres Almenas.


Cristina Ureña Bueno


domingo, 1 de mayo de 2016

La vida de color de rosa de un traductor

No todo es siempre de color de rosa en el mundo de la traducción de videojuegos. Como cualquier otro puesto de  trabajo, hay que ser muy precavido, revisar todas las condiciones del contrato que aceptemos y contrastar la reputación de la empresa. Aun así siempre podemos llevarnos desagradables sorpresas. Este es el caso del equipo de traductores de español del Servidor de Traducción de Steam, que a pesar de no tener contrato ha sido íntegra e injustamente despedido de la plataforma.

Recientemente, voluntarios de este servidor se han visto en situaciones de acoso y despido improcedente por un empleado de Valve,  la conocida creadora de títulos como Counter Strike y Half Life  y realizadora de la plataforma Steam.

Victor H. Martins, ex moderador del equipo de traducción, se ha visto obligado a hacer público este conflicto y a plantearse llevar a cabo acciones legales junto con sus compañeros. Por el momento no hay respuesta de Valve, lo que demuestra una falta de interés hacia sus empleados.


Vista de la página de inicio del Servidor de Traducción de Steam (Steam Translation Server)

Hay que tener en cuenta antes de todo que los equipos de traducción de Steam  están formados por  voluntarios de la comunidad, es decir, contribuyen traduciendo sin cobrar un céntimo, ahorrándole a Valve mucho dinero en traducción. Esto parecía a punto de cambiar hace poco, cuando Torsten Zabka, jefe del servidor, anunció ofertas de empleo para los traductores con mayor rendimiento. Entre los candidatos se encontraba el equipo español, reconocido por su labor y su alto nivel de calidad en sus proyectos. Sin  embargo, nadie sabía que estas promesas de cambio serían injustas y falsas.

Según Martins, los traductores subirían de nivel según el número de muestras traducidas hasta llegar al 48. Zabka finalmente contrataría a los dos miembros de cada equipo que alcanzasen primero este nivel. Estos criterios de valoración no se compatibilizaban con el trabajo en equipo, además las traducciones previas no entraban en el cálculo, lo que suponía una zancadilla al equipo español, que iba por delante de los demás con un 100% de elementos traducidos. Aparte, el sistema no contemplaba otras tareas importantes como la moderación y corrección de la traducción. Así pues, el  equipo español estaba en desventaja con respecto a los demás.

Por otro lado el equipo decidió empezar a trabajar en una versión mejorada de la plataforma, la cual fue vista como una amenaza por Zabka y acabó con el despido y represalia de dos administradores del equipo, maTa y Ambra. maTa ha estado trabajando durante más de 10 años para Valve. Actualmente ambos intentan contactar sin respuesta con  Gabe Newell,  el director de la empresa, para intentar solucionar la situación. Pero este no es el único problema que han tenido. Dentro del mismo equipo uno de los traductores, Clint Westwood,  ha estado jugando sucio para alcanzar el puesto antes que los demás, robando muestras y traduciendo únicamente las más fáciles, algo que ya han remitido a Zabka, el cual ha hecho oídos sordos.

El español no es el único equipo en conflicto con Zabka. El equipo italiano no podrá optar a ningún contrato después de todo el trabajo que ya han realizado, y el equipo  croata no tendrá acceso a la plataforma en su idioma, a pesar de que la comunidad croata está formada por miles de miembros interesados en poder disfrutar de los productos de Valve.

Victor H. Martins hace un llamamiento en nombre del equipo para que se solucionen los problemas de corrupción, y pide también la dimisión de Zabka, al que considera una carga para la empresa por su actuación poco profesional.  Mientras el  equipo plantea presentar pruebas de estos abusos, la empresa no parece interesada en responder a sus demandas. Lo que Victor y sus compañeros tienen claro es que no piensan seguir trabajando gratuitamente y van a luchar por un puesto digno y su reconocimiento como traductores.

Andrés Jiménez 

domingo, 24 de abril de 2016

El papel de traductor de letras de canciones

Es indudable que la música es un arte que tiene la facilidad de llegar a todo el público. Son tantos los géneros, estilos o manifestaciones que presenta, que es inevitable que todos amemos sentirla; es más, la música siempre se ha caracterizado por unir personas, fronteras y mundos, constituyendo una forma de comunicación universal, al igual que el lenguaje. A veces, música son acordes, ritmo, intensidad y melodía; pero en muchos otros casos, lo que verdaderamente nos atrapa de ella es la letra de las canciones. Y en este último aspecto es en el que vamos a centrarnos en este artículo, ya que es lo que realmente nos interesa como traductores.

Algunos autores clasifican la traducción de canciones dentro de la traducción audiovisual, ya que entienden esta como la traducción de textos que se transmiten a través de los canales visual y acústico, y además, la música por sí sola suele transportarnos a determinadas escenas e imágenes.

Por una parte, cabe destacar la dificultad que supone definir el perfil del traductor de canciones, ya que poco más se puede añadir que la descripción de la figura del traductor de cualquier campo especializado, es decir, debe conocer muy bien los tecnicismos, referencias culturales y equivalencias entre lengua origen y la meta, así como saber tanto de música como para especializarse en ello.

Por otra parte, resulta indiscutible el hecho de que la música siempre ha guardado una estrecha relación con el cine, de ahí que, en muchas ocasiones, nos parezca imposible recordar el título de una película sin su banda sonora o imaginar la escena de una película sin la música de fondo, ya que a veces tiene la función principal de dotar a la escena de significado. Podemos encontrar que en muchas películas, las letras de canciones no se han traducido, como en las clásicas El guardaespaldas o Ghost. Pero si, en cambio, optamos por su traducción, podemos llevarla a cabo de diferentes maneras: sin tener en cuenta la música; respetando su estructura musical, pero sin mantener el significado de la letra original; creando una nueva melodía para poder adaptar la letra a esta; o adaptando la traducción de la letra a la música original. La elección entre una práctica u otra va a depender siempre del encargo de traducción y el objetivo del mismo, así como de la función que tiene la canción dentro de la película y del público a la que está destinada. Según Peter Low, existen cuatro principios que hay que seguir a la hora de traducir canciones: el ritmo, la rima, la cantabilidad y la naturalidad; así como ser fieles al sentido del texto original.

En el caso de los textos de las canciones que aparecen de los dibujos animados, ya que se dirigen principalmente al público infantil, se emplean recursos propios de los textos literarios y de los textos publicitarios para facilitar así la memorización y divulgación del mensaje (frases cortas, paralelismos, anáforas, aliteración de sonidos, etcétera).

En definitiva, debemos de tener en cuenta que todos estos aspectos que se refieren a la traducción de canciones no solo tienen un objetivo estético, sino que además tienen una finalidad comercial. Y en mi opinión, el traductor especializado en letras de canciones debe estar capacitado para aplicar el dominio eficaz de la lengua a la estructura musical y saber combinarlo con la sensibilidad propia de un poeta.

Lucía Zamora Rodríguez


domingo, 17 de abril de 2016

Y tú, ¿a qué te refieres con traducción?

Si pienso en mi vida desde que está ligada a la traducción, me vienen mil y una historia por la que podría empezar a recordar qué es para mí esta profesión.

Empecé los estudios de Traducción e Interpretación hace unos 4 años. Sevilla lucía tanto como siempre y bajo una carpeta empapelada por mis padres para que no me perdiera en ese desconocido mundo en el que me adentraba, llegué a mi primer día en la universidad. Miro atrás y me veo rodeada de futuros amigos y sonrío. Les sonrío para disimular que lo de la cara de asustados no era ni mucho menos por miedo, sino por la incertidumbre de lo que estaba por llegar. Aquel día pasó, al igual que aquel año.

Aprender, aprendí. De todo, menos traducción, todo hay que decirlo. Es cierto que los primeros años universitarios quieren abarcar tanto que corren a una velocidad tan rápida que solo somos conscientes de que hemos vivido ese período, cuando pasan los años y nos sentamos a hacer balance. Recuerdo una desorientación total, quizás propiciada por el cambio que supuso cambiar de ciudad, de vida y mentalidad. Asimilar que es tanta la información que se nos escapa de las manos hizo en más de una ocasión replantearme si realmente no estaba equivocándome de lugar.

Llegó segundo con nuevos retos y objetivos. Y ya no hablemos de tercero. Tuve la gran suerte de cursar ese año como estudiante ERASMUS en Italia. Y sí, le llamo suerte porque a pesar de que sea una oportunidad que se nos brinda a casi todos, tuve la suerte de reencontrarme allí y entonces conmigo misma. Me reencontré con todo lo que me había llevado hasta allí. Cada obstáculo y dificultad se convertía en logros. La pasión por los idiomas, y más en un país extranjero, me recordó que la traducción siempre había estado camuflada al final de la montaña, viéndome subir peldaños. Llegó como una bocanada de aire fresco, me enfrenté por primera vez al difícil mundo que le rodea. Discúlpame si estás pensando que no es para tanto y que todos hemos tenido que enfrentarnos alguna vez a los problemas que presentan los idiomas. Pero es que hablo de traducción, no te equivoques. Le hablé de tú a tú, llegando a entablar una relación tan fuerte con ella que me trajo hasta aquí.

Me enseñó que el mejor traductor no es el que sabe mil idiomas, ni siquiera el que maneja tres a la perfección. Aprendí que traducir es abrir los ojos y ver la realidad desde la piel del otro. Traducir es saber reconocer que la ciudad más increíble no siempre es Nueva York, ni Roma la más bonita; que el blanco puede ser luto y las siete de la tarde, la hora de dormir. Que no es un texto origen y otro meta, sino que es mucho más que equivalencia de términos. Traducir es sentir otra cultura, ser partícipe de una tradición, es viajar a cualquier punto geográfico desde tu escritorio simplemente con lápiz y papel en mano.

Si pienso en mi vida desde que está ligada a la traducción, me cuestiono qué he estado haciendo todo este tiempo. Y, seguramente, tú como yo, has bebido tablas de vocabulario, has soñado con mil reglas gramaticales y cantado bajo la ducha canciones de Adele para mejorar la pronunciación.


Y, ¿ahora? Ahora que ya casi tocamos la meta con la punta de la nariz, empieza la carrera. Nos han formado a la perfección para que, cuando suene el pistoletazo, le demos sentido a todo este cuento. Salgamos a la calle a contarles que, gracias a las traducciones de los textos normativos, podemos encender la lavadora o coger un tren de Ámsterdam a París. Que gracias a la audiodescripción, Carlitos puede imaginar cómo es Woody o Buzz. O que cuando los conflictos bélicos entre países terminen, en parte, debemos agradecérselo a un traductor. En definitiva, recordémosles que la mano invisible del traductor también salva vidas, une fronteras y acerca mundos.

Lucía Zamora Rodríguez

domingo, 10 de abril de 2016

Con más miedo que calcetines

¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza pasar el verano en un país diferente? ¿Con una familia a la que solo has visto a través de tu pantalla? ¿Conocer una persona nueva a cada paso que das? Puede que dicho así de un poco de miedo, pero confía en mí y llega hasta el final, verás cómo la maleta te acaba cantando Come fly with me a lo Sinatra y te unes a los locos que se lanzan a descubrir el mundo. Por si no lo has adivinado aún: ¡sí!, yo soy una de esos locos y no me arrepiento ni por un segundo de serlo.

Mi pequeña gran aventura tuvo lugar este pasado verano de 2015, el año en que toda mi vida cambió. Vale, quizás eso es muy dramático; mas bien fui yo la que cambió y, sin duda, diría que para mejor. Partí de mi ciudad natal con más miedo y determinación que calcetines (y te aseguro que calcetines llevaba para dar y regalar, ¡cosas de madres!), pero volví con el alma dividida y unas inmensas ganas de seguir descubriendo, incluso los pequeños recovecos de mi propia ciudad. Aun contándote mi primer paso fuera de casa siento que falta contexto; los traductores y el contexto, siempre lo mismo. Así que para situarte y darme el gustazo de aportar contexto (todo depende siempre de este), recapitularé hasta un poco más atrás. Brevemente, espero.

¿Mi carrera? Traducción e Interpretación. Para aquellos que me imaginen con boas de plumas en un escenario o imitando a Julia Roberts, olvidaos de eso, esta carrera no va de eso, amigos. ¿Mi sueño? Recorrer el mundo entero, pero más allá de eso: conocer todas las culturas, idiomas y personas que me permita la vida. Y si estos son o han sido tus sueños, sabrás que marcharte de casa y plantarte en cualquier ciudad sin tener antes trabajo ni casa no es imposible, pero sí muy duro. Así pues, decidí buscar una solución que me permitiese, no solo mejorar mi nivel de francés, en este caso, sino además conocer gente y sitios nuevos.

Ya me habían hablado antes de lo que todos llaman “irse de au pair”, pero tenía tantísimo miedo que hasta que no estuve entre la espada y la pared (o mejoraba el nivel oral de francés o moría en el intento con mi grado de TeI), no me lancé y agarré mis posibilidades con todas mis fuerzas. Ser au pair te permite aprender a la vez que enseñas, es un intercambio continuo de conocimientos y sentimientos. Fue entonces cuando me registré en una página dedicada justamente a esto y llegó la época de los correos incesantes a cada familia que me gustaba y el tiempo, aún peor, de espera. Espera a que respondiesen, espera a que se decidiesen entre una chica y tú, espera a saber más de ti… Por suerte esto no les pasará si lo hacen con Idiomas Sevilla, no llegarán a conocer esa etapa, una de las más difíciles para mí, por la insistencia y motivación que tuve que mostrar.

Una vez encontrada la familia llegan los dramas: miedo a que no te entiendan, a no entender a la gente del país de destino; miedo a no llevarte bien con la familia; miedo a sentirte decepcionado… Pero si hay algo que he aprendido del miedo es que muchas veces es infundado y nace de nuestras propias inseguridades. Una vez estás allí te das cuenta de lo que eres capaz y aunque no llegues ni te vayas siendo perfecto, aprendes muchísimo, más de lo que nunca podrás obtener de los libros (en algunos aspectos al menos).
No te diré que fue “pan comido” pero aprendí más de lo que nunca habría llegado a imaginar, además de las muchas cualidades que adquirí trabajando con mis dos pequeñajos: paciencia (¡Santa Madonna! Muchísima paciencia), seguridad, creatividad, vitalidad, motivación, empatía y una lista interminable de cosas que ni siquiera yo sé. Conocí a gente maravillosa que aún hoy en día llevo en el corazón y que forman parte de mi presente y por supuesto, de mi futuro. Y me enamoré. Estabas deseando llegar a esta parte, lo sé. Me enamoré de las calles de Francia; de las casas de película de la Bretaña (Francia); de la gente que me acogió como si fuese una más de la familia, una amiga más en las reuniones de los picnics; de mis pequeñajos… Con todos y cada uno de ellos viví momentos inolvidables y cada día que pasa me alegro más de haber tomado la decisión que tomé.


¿Miedo? Sí. Pero el miedo nunca debe pararnos. El futuro siempre es algo incierto, pero si tienes una mano amiga todo es más fácil. Y es por eso por lo que escribo esta entrada, para animaros a descubrir mundo, a formar parte de él de nuevas maneras, conviviendo con gente desconocida a los que llegarás a conocer como si fueran de toda la vida y a aprender cada día un poquito más. Idiomas Sevilla te da la oportunidad de hacerlo con su nuevo programa de au pair, en el que ponemos en contacto a familias y jóvenes que desean aprender y están dispuestos a trabajar (cuidando y enseñando español a niños) y ser uno más de la familia. Con mucho más que decir pero con la alegría de saber que algún día serás tú quien emprenda tal aventura y tengas que contarles a todos que esto es increíble a la vez que maravilloso, no diré más que: ¡hasta pronto! 

Sara López Martínez

Si quieres irte de au-pair a Francia, Alemania... no dejes de visitar nuestra web de Idiomas Sevilla