domingo, 15 de mayo de 2016

Ser traductora no es lo que parece


Desde muy pequeña, he tenido claro que de mayor quería dedicarme a algo que tuviera que ver con el inglés. Cuando llegué al instituto, descubrí el francés y fue ahí cuando me di cuenta de que no era el inglés en sí lo que me apasionaba, eran los idiomas. En ese momento vi clarísimo lo que quería hacer en un futuro: dedicarme a los idiomas. Estuve investigando e informándome de todas las carreras que tenían lenguas extranjeras y la que de verdad me conquistó fue Traducción e Interpretación.

En septiembre de 2012 comenzaba una de las mejores etapas de mi vida. Me mudé a Sevilla que, aunque está bastante lejos de Torredonjimeno (Jaén), mi hogar, me acogió con los brazos abiertos y comencé a estudiar en la Universidad Pablo de Olavide. Las primeras semanas fueron complicadas, pero en cuanto te acostumbras a la dinámica de la universidad, a la ciudad, a vivir lejos de casa y, sobre todo, cuando conoces a tus compañeros y amigos, todo empieza a ir sobre ruedas.

Antes de entrar en el mundo de la traducción pensaba erróneamente que traducir era tener un buen nivel del idioma desde el que ibas a traducir al español. Pero no es ni mucho menos eso, ser traductora va más allá de poder hablar y comprender dos idiomas. Los traductores tienen una parte de documentalista, de terminólogo, de revisor, de gestor de proyectos y, dependiendo del tipo de traducción que esté haciendo, de «experto» en ese campo. El traductor se encarga de que una persona en una parte del mundo pueda recibir cualquier contenido que otra persona en otra parte del mundo produce.

Cuando un traductor se pone a traducir no escribe la equivalencia palabra por palabra del texto en cuestión. Lo primero es documentarse, adquirir conocimientos del campo de esa traducción. Cuando se ha documentado y conoce el tema, se empieza a traducir, pero la documentación está presente a lo largo de todo el proceso, ya que cada vez que aparece algo que no conoce, se documenta. Cuando se traduce, entran en escena muchísimos factores que hay que tener en cuenta como por ejemplo la terminología, la cultura fuente y la cultura meta, la gramática o, en algunos casos, el espacio en el que se va a publicar la traducción. Cuando tiene el producto final, toca revisarlo. Una revisión es fundamental en la traducción, ya que te ayuda a ver si has usado estructuras que son naturales en la lengua meta, si hay erratas o faltas de ortografía etc. Con la revisión nos aseguramos de que el producto final sea de calidad.

Una de las cuestiones que más me ha sorprendido es que, cuando estamos traduciendo, hay muchas limitaciones que nos hacen que nos decantemos por una u otra opción de traducción. Algunas de las limitaciones más llamativas son: el espacio cuando vamos a subtitular, el número de palabras si el texto va en un espacio que está determinado (por ejemplo la columna de un periódico), el movimiento de los labios de los personajes de una película o que la cultura que va a recibir tu traducción sea o no sensible a cierto tipo de contenido. Pero la que sin duda me parece más llamativa es el cliente. Está claro que la persona que te contrata tiene la última palabra en cuanto al resultado, puesto que la traducción que estás haciendo es para él, pero hay casos en los que los clientes deciden cómo traducir ciertas cosas, aunque los traductores crean que otra opción de traducción sería más adecuada. Ahora que sé que esto ocurre, estoy segura de que la mayoría de las veces que he pensado «aquí esto está mal traducido», lo que realmente ocurrió fue que el cliente decidió cambiar lo que había decidido el traductor.


Lo que está claro es que, hoy en día, los traductores desempeñan un papel fundamental, ya que todos los días se publican libros, se graban películas, se crean videojuegos, salen a la venta máquinas y aparatos de todo tipo, se crean páginas web y todo esto, la mayoría, en otros idiomas. Por ello, debido a que los empresarios quieren que sus productos lleguen a todas partes del mundo, necesitamos a los traductores para que esto pueda ser así y el resultado sea de calidad.

Cristina Ureña Bueno

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